martes, 19 de mayo de 2009

Nathalie Djurberg

Nathalie Djurberg nació en 1978 en Lysekil, Suecia. Cursó un posgrado en la Malmö Art Academy. Ha presentado muestras individuales en el Hammer Museum de Los Angeles, en la Fundación Prada de Milán, en la Kunsthalle Winter thur de Suiza y en la Kunsthalle Wien de Austria. Su obra ha sido exhibida en la Tate Modern de Londres, en el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York y en el Hamburger Bahnhof de Berlín. En 2008, recibió el Carnegie Art Award, una beca para artistas jóvenes. Vive y trabaja en Berlín.

Nathalie Djurberg estudió en la Escuela de Arte de Hovedskous (Gotenburgo) y en la Academia de Arte de Malmö (Suecia). Su obra ha sido expuesta en varios centros y galerías de arte como Rhodes & Mann Gallery (Londres), Galleria Giò Marconi (Milán) y el Moderna Museet (Estocolmo), entre otros.

Animación hecha con figuras de plastilina. Con un formato similar al de los cortos infantiles, el espectador tiene la sensación de que es un niño otra vez, y que el mundo está lleno de cosas nuevas y estimulantes. Sin embargo, muy pronto descubre que esas cosas nuevas tienen también su costado oscuro y amenazante.

La sueca Nathalie Djurberg, de la que se exhiben tres trabajos, utiliza elementos aparentemente sencillos, como figuras de plastilina y decorados domésticos reconocibles, para narrarnos historias inteligibles, con abundantes destellos de humor negro, en las que profundiza sobre comportamientos perversos dominados por pautas abusivas y violentas, y en las que aborda distintos tabúes como la sodomía, la pedofilia y la pornografía. Los trabajos que se presentan en la muestra poseen un tono más suave de lo habitual, aunque no por ello dejan de tener atractivo, sobre todo In Our Own Neighbourhood (2007), que narra la degradación progresiva de una mansión, a través de los personas que la habitan. La historia se inicia con una señora de buena posición que deja la casa acompañada de su mayordomo, dando paso al desfile de una variada tipología de personajes que la van habitando y deteriorando poco a poco, hasta que acaba pintada y destrozada violentamente a manos de los okupas de turno. Al final, incluso éstos la abandonan, dando paso a los animales que merodean por allí, que terminan campando a sus anchas por la que fue, en otra época, una respetable mansión. En la metáfora fílmica de Djurberg, la casa actúa como testigo sombrío de la degeneración de la convivencia en el espacio urbano de nuestro tiempo, en el que observamos resignados cómo el inquietante rostro oscuro de lo salvaje irrumpe incluso, como dice el título de la obra, en nuestro propio vecindario.





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